Once años… Once largos años tuvieron que pasar para que Rory McIlroy rompiera la sequía de triunfos en majors, y la historia del deporte lo convocó en el escenario más grande del golf donde, con mucho suspenso y dramatismo, logró una impactante victoria, alzándose con su primer Masters y completando el legendario Grand Slam.
El norirlandés llegaba a la ronda final como único líder del tablero. Sin embargo, lo único seguro en este torneo es que en Augusta National nada está dicho. Su ronda tuvo de todo… desde un arranque dubitativo, una remontada de antología, nuevos tropiezos, pero siempre la resiliencia por delante.
Incluso, en el green del 18, cuando falló ese putt de menos de dos metros para ganar, obligando al playoff con Justin Rose, el aire de Augusta emanaba destellos de historia, haciendo entender a los presentes y a los que lo siguieron por televisión, que algo muy especial estaba por suceder.
Fue así como Rory neutralizó la buena salida del inglés con un drive perfecto, y después un exquisito golpe de hierro le dejó la chance para birdie de un metro… un compromiso con la historia al que no falló. Embocó, alzó la mirada al cielo y cayó de rodillas en el manto verde de Augusta National, un campo que, para él, significó la entrada a la historia más gloriosa de nuestro deporte.
En el marco de esta definición histórica, vivimos la ronda final de Joaquín Niemann, que jugó con Jon Rahm y completó su sexta actuación en el torneo con un acumulado de par de cancha que lo dejó T29 con un acumulado de par de cancha, manteniendo actuaciones parejas en Augusta, donde no ha fallado el corte como profesional.
De esta manera, se baja el telón de una edición del Masters que no olvidaremos, y que estará, sin dudas, marcada por la frase del campeón a sus amigos en medio de la celebración: “espérenme, chicos, que tengo que ir a buscar una chaqueta verde”.
Rory McIlroy… Bienvenido al olimpo del Golf.
